Vida Taurina

Despedida

Silverio Pérez  faena de tanguitoDespués de quince años de alternativa y solo 36 años de edad, Silverio decide retirarse en definitiva. La campaña fue corta, iniciando en San Luis Potosí el día 1 de enero de 1953, alternando con José María Martorel y Antonio Velázquez. Silverio quería dejar un buen recuerdo por lo que salió decidido a triunfar pero desafortunadamente el ganado salió manso y sin casta, lo que levanto la ira del público, quien al parecer había olvidado que era la última tarde de Silverio en esa plaza, hasta que las notas de “Las Golondrinas” empezaron a escucharse y la reacción de los aficionados fue notable. Olvidaron su disgusto, despidiendo cariñosamente al torero de Texcoco.

 

Al desprenderle el añadido, Armillita daba por terminado un ciclo sensacional en la historia del toreo nacional.

Siguió Guadalajara, Mérida, Laredo y Colima, en donde toreo una corrida a beneficio de la cuadrilla. La despedida final en la Plaza México ya tenía fecha, el 1ro. Dé marzo de 1953. Silverio le había solicitado al Dr. Gaona que destinará una de las mejores corridas para despedirse del público que tanto lo había querido y al que no quería defraudar, pero con gran tristeza vio que su solicitud no había sido atendida, ya que las mejores ganaderías ya habían sido lidiadas.


Silverio Pérez  faena de tanguito

Partiendo plaza por última vez

El cartel para tan importante fecha lo complementaban Antonio Velázquez y Jorge “El Ranchero” Aguilar con toros de “La Laguna”.
Silverio fue invitado por el párroco de una iglesia de la Colonia Portales para asistir a la misa el día de la corrida a las 11 de la mañana, en la que se suplicaría por la protección divina y que saliera con bien de su última corrida. Al llegar a la iglesia, pudo observar a una gran multitud de personas que estaban reunidas afuera de esta, y que al notar la presencia de Silverio lo saludaron de una manera indescriptible. Fue algo conmovedor el espectáculo del cariño tan espontaneo y tan sincero que le demostraron a Silverio. 
Se dispuso el padre a oficiar la misa pero antes de empezar se dirigió hasta donde estaba arrodillado Silverio acompañada de su adorada “Pachis” y exclamo:


“Hoy se va para siempre de la fiesta de los toros, el torero más mexicano. Al que todos queremos por bueno, por noble y por generoso. Yo me uno a la plegaria de tu esposa, de tus hijos y del Angel que está en el cielo, para implorar la Ayuda Divina y te proteja de todo mal. Como sacerdote te doy la bendición y como hombre te digo: ¡Que haya suerte Matador!”.


En su casa los esperaban una gran cantidad de reporteros de diferentes periódicos y una cámara de televisión. Todo lo que hacía Silverio era fotografiado o grabado. Llegó la hora de vestirse por última vez en el regio traje de seda y oro.


En la puerta de cuadrillas de la México fue colocado un arreglo floral con la leyenda “Adiós Compadre”.  A las 4 de la tarde en punto sonaron los clarines con los que daba inicio el festejo, partiendo plaza los tres alternantes bajo una lluvia de confeti y serpentinas. Al concluir este, el público obligo a Silverio a dar una vuelta al ruedo y salir a los medios.


Salió el primer toro, malo, feo y manso  por añadidura como casi todos los que desfilaron esa tarde. A pesar de sus buenos deseos, Silverio no pudo hacer mucha cosa. Además de la mansedumbre de su enemigo, un viento endemoniado, enemigo mortal de la fiesta brava, soplaba descubriéndole a cada instante. El público conservó la ecuanimidad y espero pacientemente al segundo enemigo de Silverio.


Al salir el cuarto de la tarde, segundo para Silverio, se fue hasta el con ganas, deseoso de cuajarle una faena, pero desafortunadamente el astado no se prestó. Los ánimos estaban caldeados. EL viento y los toros, confabulados, frustraban las esperanzas de admirar el personal toreo de Silverio.
Un amigo íntimo de Silverio le regalo un toro de la ganadería de “Torrecillas”, pero para colmo de males, uno de los picadores se excedió en el castigo de varas, por lo que el público indignado se metió duramente con el torero y no acepto el brindis que de la faena de muleta hizo en los medios del coso.


Silverio Pérez  faena de tanguito

Despidiendo a Silverio Pérez

Para calmar las aguas, Silverio decidió regalar un toro, de nombre “Malagueño” de San Diego de los Padres, curiosamente la misma ganadería de la que provenía “Michín”, astado que causo la muerte de su hermanos Carmelo.”Malagueño” se fue sin picar y llegó un tanto crudo al tercio muleteril. Silverio estuvo a la altura, no se dejo arredrar por el poder de su enemigo y ejecutó un trasteo de dominio, de torero que puede con un toro bravo.


La actitud del público cambio al instante, eso era lo que quería, despedir a su ídolo con palmas fuertes. Cuando se tiró a matar, se escucharon las tristes notas de “Las Golondrinas”. Mucha gente invadió el ruedo para estar cerca del torero más querido, del ídolo que había hecho vibrar a miles de aficionados con su toreo lleno de proyección y emotividad. Con “Malagueño” dio fin a su vida como torero. Y quien mejor para que le cortará la coleta, que alguien que le había ayudado tanto en los albores de su vida, el Maestro Fermín Espinosa “Armillita”. Cerca se encontraba su inseparable amigo Joel Marín, a quien le regalaría el añadido.


Así quedaba cerrado uno de los capítulos más apasionantes de la historia del toreo mexicano. Cerraba “El Faraón” su carrera en la plaza México, en donde actuó en 27 ocasiones cortando 6 orejas y un rabo, el primero en la historia de este legendario coso. Aunque sin duda sus mejores momentos los vivió en el viejo Toreo.


Par  alejarse de la tentación de volver a los ruedos, obsequió todos sus vestidos de torear. SU mujer escribió, aliviada, después del último adiós taurino:


“Silverio morirá cuando Dios lo tenga dispuesto, pero nosotros ya no estaremos esperando la muerte domingo a domingo”. Añadió: “de una cosa estoy absolutamente segura: Silverio Pérez jamás volverá a vestir traje de luces”.