Testimonios

 

Adolfo Lugo Verduzco

 

Mi afición a la fiesta de los toros nace a la vera del más mexicano de los toreros: Silverio Pérez.

 

Fue un 25 de diciembre de 1940, en la vieja plaza “Colón” de la ciudad de Querétaro dónde presencié por vez primera una corrida de toros. Fue un mano a mano Silverio Pérez y Alberto Balderas, quién unos días después habría de morir, víctima de una cornada que le propinó el toro “Cobijero” de la ganadería de Piedras Negras. Pocos años más tarde tuve el privilegio de presenciar grandes faenas del Faraón de Texcoco: a “Cantaclaro”, “Pizpireto”, “Guitarrista” y “Cirilo”. Fueron ejemplares dónde bordó el toreo el carismático Silverio. A mi parecer, la más grande a “Tanguito” de Pastejé, ganadería que se presentaba en la Plaza de Toros “El Toreo”, el 31 de enero de 1943.

 

Pero si bien tuvimos mi hermano y yo la fortuna de estar esa tarde memorable en un palco de contrabarrera, gracias a la generosa invitación de mis primos Javier y Jorge Rojo Lugo, considero que el mayor privilegio que la Fiesta me ha brindado, fue llegar a ser amigo de Don Silverio Pérez. Un ser humano excepcional: generoso, sencillo, honrado y leal. Amigo de sus amigos. Jamás le escuché expresarse mal de nadie.

 

Servidor Público honesto y eficiente. Político con una sensibilidad a flor de piel. Hombre del pueblo, sabía tratar a la gente con la atención que la gente tanto aprecia de sus gobernantes y hablar con ella en el lenguaje directo y respetuoso que le era propio. Tres veces Presidente Municipal de Texcoco; Diputado Federal; y precandidato natural de su Partido al Gobierno de su Estado Natal.

 

Silverio Pérez después de haber estado en la cúspide de la torería mexicana; además de ser amigo de artistas, intelectuales, políticos y periodistas; tuvo la fortuna de contar en la vida con la compañía y el apoyo de una excepcional esposa, la señora María de la Paz Domínguez, a quién sus amigos y seres queridos, con mucho respeto y cariño siempre llamamos “Pachis”. Con quién supo formar una maravillosa familia con sus hijos Silverio, Silvia, Marcelo, José Antonio, María del Consuelo y Ana Laura, así como su yerno Don Pepe Garay, nueras y nietos.

 

Esa, su querida familia, sus amigos y admiradores, honramos hoy la memoria de un ser humano singular, gran figura del toreo y último ídolo popular de los mexicanos: Silverio Pérez.

 

< Index testimonios